Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

lunes, 17 de julio de 2017

Me acordé de mi padre, hoy en la mañana. Fue un pequeño instante y se hizo fugaz. Pero aquí, el lápiz, mi cómplice hace que sea eterno. En un saludo que hice, unos buenos días sencillo. Entonces lo sentí, lo encontré en mi gesto, en mi hola, en mi tranquila cara. La paz y la sonrisa serena, justo ahí, apareció. Como lo hacía él, con elegancia.

Me acordé de mi padre, hoy en la mañana en mi ademán lo vi.

sábado, 15 de julio de 2017

<<Siempre compras libros de escritores de aquí>>.
Esa observación de una amiga me dio que pensar. ¿Por qué no? Pero tampoco es una respuesta que me termine de gustar. De hecho, no la dije. Pero reflexionando más tarde sobre el tema, llegué a una conclusión que puede que sea la más acertada.
Cuando desconoces un trabajo, lo valoras a medias, o no del todo. Un ejemplo: el deporte. Si sabes las reglas ayuda a comprender la jugada y por tanto disfrutarlo más. Un trabajo, un esfuerzo, un camino, si se sabe más de él, te acercarás más y comprenderás aún más su naturaleza.
¿No? ¡Sí!
Pues eso me pasa con los libros. Ahora que sé lo que hay detrás de ellos, más me implico, y los amigos y no amigos que han puesto horas e ilusiones en un puñado de historias para entretenernos, se convierte en respeto a ese trabajo. 
El tiempo ante un folio en blanco para transformarlo en un libro para mí, para ti o para el que quiera soñar…¡¡ es magia!!
Así que colecciones libros recomendados de fuera y de aquí especialmente.

Y poco a poco los voy leyendo…

sábado, 8 de julio de 2017

Un simple y viejo pañuelo me llevó con velocidad casi irrefrenable a la infancia nada deseada. Estaba en la puerta de mi casa, mi hermana mayor a mí lado. El bolso rojo, el color asigno, lazo rojo, muñeco rojo, tenía que ser rojo, el azul a mi hermana. Mi mano sostenía el pequeño pañuelo perfectamente planchado con un círculo en el centro, el rastro de colonia que como un ritual mi madre vertía unas gotas del frasco.
Así, tan repeinadas y perfumadas íbamos al cine del barrio. Refresco y regaliz. Sueños de niña sin nada. Desconsolada por todo, sin protestar por nada.

viernes, 7 de julio de 2017

Leer mi primera paranoia ha sido una dosis de ánimo de lo más explosivo (1984). Sobre todo, porque no la recordaba, ni siquiera sabía de su existencia. La alegría de encontrar ese pequeño tesoro es tan simple como descubrir que siempre había querido expresar de alguna manera, a través de la palabra, algo. Fue el destino y mi falta de fe las que me apartaron de ellas. Al leerla ahora en voz alta y descubrir una Cande tremendamente inquieta y reflexiva, me da alas para continuar con el proyecto personal. Y por supuesto, compartir esta pequeña alegría contigo, que lees mis paranoias.

Gracias.

lunes, 3 de julio de 2017

Sí, me tragué un grito.  Nunca me había engullido uno. Todo por no molestar a los caballos. Son nerviosos. Ese fue el consejo y yo lo llevé a cabo y pasé a su lado en silencio. Ellos miraban sin mucho interés. Mientras pasábamos recordé una vez hace ya unos años, de regreso del monte, como hoy, atravesamos un prado. Había tan solo un caballo, pero a él no le gustó mucho que le invadiéramos su espacio y nos persiguió con una idea no muy buena, pero todo quedó en un susto. Entonces, desenterré esa escena y me inquieté un poquito. Ya casi salíamos del terreno de ellos, a la altura de un arbusto, salieron como arte de mágica tres, no dos ni uno, tres perdices. Sus ruidosas alas desesperadas y asustadas tomaron vuelo lejos de nosotros. Ahí, justo en ese momento me brotó un grito sordo de susto y como mismo subió a mi garganta, bajo a mi estómago, encorvándome con cierta gracia y llevándome las manos a mi barriga.
Sí, me tragué un grito.