Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

viernes, 30 de diciembre de 2016

Ahora que echo la vista atrás para observar el 2016, solo se me ocurre una palabra tan potente como temida. Cambio.
Dejé de fumar en enero de 1989, era un propósito de una pequeña lista y lo cumplí. El único que recuerdo; Dos cajetillas diarias de cigarrillos negros. Era para suprimirlo sí o sí. Así, siempre con una pequeña lista de propósitos. El año pasado me propuse otras cuantas, como es de suponer. Una de ellas era enfadarme menos y casi lo consigo, el resto ni me acuerdo. Ahora que paseo por el año que dejo, quiero volver a intentar no enfadarme, puede que lo logre, el reto de la nicotina me avala.  Además, quiero seguir con el cambio y mi tan querido y recuperado mundo interior y alguna cosa más que ahora se me escapa…
Feliz 2017.

sábado, 10 de diciembre de 2016

GOFIO Y LIMÓN.
Aunque no está en mi despensa el gofio, por alguna extraña razón me atrae en éstas épocas el desconsuelo de saborearlo, quizás sea el frío. Y desconsuelo; palabra que al final no es realmente magua, sino falta de consuelo, pero me gusta seguir usándola, por no querer perder la costumbre de darle una patada de vez en cuando al diccionario. Con conciencia, claro.
Y retomando el asunto del millo tostado y molidito. Me propuse degustarlo con el potaje de berros. Mientras removía con la templanza que se debe, apareció el viejito. Lo vi entre el verde y marrón rotando despacio. Mira que le gustaba el gofio, sí, en todas sus formas y el tazón me acercó a él tan  silencioso, tan cercano. Me supo. Al mismo tiempo y pasado unos días, haciendo un bizcochón, con un estilo personal poco profesional, aparece el limón ya usado, sin piel, desnudo. Me recordó a ella, a mi madre. Siempre había un limón aún más desvestido que el mío junto a las frutas. Los dos me recordaron aquellos años de mi niñez. Que chiquilla era para sentir ahora sus ausencias de padres protectores y que mayor estoy que lo recuerdo tan lejano.

Casi aparecieron juntos, el gofio y el limón, con pocos días de diferencia. Trajeron algo en común; Mis padres y un mismo sentimiento. (Dichosas fechas).

jueves, 8 de diciembre de 2016


Cosas que descubro y me transmite ternura.

 Vi con que naturalidad los cogía y más con que gusto se lo comía. Le pregunté si los picos no le hacían daño y se echó a reír.

 -- No, aquí hay callos y no se atreven. – Me contestó.

Después le dije si podía sacarle una foto y con un gesto sencillo me dijo que sí. Mientras su cara se llenó de orgullo enseñando la habilidad de sus manos.

Qué momento tan pequeño y tan grande a la vez.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Cuando me detengo, respiro y miro.
Descanso en una nota musical o el revoloteo de una hoja seca que el viento a su capricho menea. Hay veces que me paro ante la simple gota de agua que resbala tras el cristal, después un día frío y lluvioso. Me alojo en el silencio de un segundo de bienestar. Son esos pequeños instantes de reposo donde me pierdo en un ensueño. Entonces, recupero el presente y me doy cuenta que no soy perfecta y sonrío aliviada.

martes, 29 de noviembre de 2016

Una vez me vi mendigando recuerdos.
Me vi rebuscando en los cajones, en las estanterías, incluso en las cajas de galletas, la de los zapatos, la de mis paranoias. Me invadió la desesperación. Pude recopilar unos cuantos, pero no eran suficientes y busqué debajo de la cama, en los bolsillos de las chaquetas e incluso dentro de los libros. Apenas encontré alguno más. ¿Dónde estaban mis recuerdos?
Pasó el tiempo y abandoné la búsqueda. Dejé a un lado la ansiedad y opté por esperar.  Tal vez ellos sean los que acudan a mí.

sábado, 26 de noviembre de 2016




 Escritura especular.
Qué delicia descubrir aquella tarde de invierno cuando la lluvia tejía la ventana con plateadas gotas y el frío asomaba por la rendija. Yo pensaba que iba a caer los minutos, como siempre ocurría los domingos, con mis ojos de mirada pesada, desanimada. Tenía la esperanza que fuera así, rápido, con el ocaso de inmediato y cerrar mis párpados para abandonarme en el sueño balsámico. Olvidando por fin el solitario día, ese que aplasta los sentidos. Pero el recorte de prensa, que por casualidad asomaba desordenado junto a otros tantos. Allí, en la caja bonita, donde guardaba siempre lo interesante, al menos así lo creía por aquel entonces, pese que después, es probable que no volviera a verlo. Y miré, por mirar, sin ningún interés, y leí de reojo. Leonardo da Vinci. Un artículo con partes subrayadas de color rosa, tan llamativo que me pudo la curiosidad. A parte de pintor poseía otra característica: escritura especular, leí. Así que descubrí que aquel polifacético genio y yo teníamos algo en común, de modo que me produjo una alegría un tanto moderada, pero lo suficiente para descuidarme del feote dominical.
La pintura y la escritura de derecha a izquierda.
La tarde cobró luz, a pesar que seguía descargando el temporal afuera y yo enroscada en manta recobré una esperanza, pequeña pero suficiente para confiar en mí de nuevo.
De aquello ya hace tiempo, pero hoy he mirado mi mano zurda y me he sonreído, así, hacia mis adentros.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Ya es mayor y llena de “abueladas”.
Mi madre.
Pelo blanco y marcada cara y esa mirada chica.
Dónde quedó aquellos ojos azulinos, que ni azul ni lino. Gris violáceo eran, recuerdo.
Con sus defectos la quiero, y quién no tiene de eso. Yo, por ejemplo, un ramillete llevo.
El tiempo escrito en la cara;  montones de años.
Está tan viejita la que me parió
Que mayor; madre.
Cande Rguez 2016

martes, 1 de noviembre de 2016


IMPERTÉRRITO.
Ya estaba tardando en encontrar palabra que me sacuda. Me estaba preocupando. Pero llegó como siempre llegan, rompiendo mi lectura. Estaba ensimismada en el relato, en los huecos del libro que te atrapa. Apareció en la página 106, cuando menos la esperaba. Impertérrito. Volvía a leer y saborear su ritmo endiablado. Me cautivó de manera que repetí su música unas cuantas veces más. Que nervio posee a pesar que revela inercia. Mágica palabra.
Imperturbable, que no se intimida por nada.

miércoles, 26 de octubre de 2016

 ¿Llegó la hora? Adiós montaña.
Una vez quise abandonar, se había cumplido uno de mis sueños, no el más importante, pero sí de los casi imposibles. Y me apresuré a dejar ese camino una vez logrado la cima y buscar otro sendero diferente. Pero no lo llevé a cabo y los años se sumaron a más experiencias, todas llenas de vivencias extraordinarias. Ahora, en este momento, aquí, acomodada en mi rincón caótico aparece otra vez esa sensación de dejarlo, de dirigirme por entero a la senda también anhelada. Y me veo, con la cautela y el disimulo, suave y de puntillas alejándome de todo ello. Con el fin que nadie se percate, si bien es cierto, que nadie lo advierte.
Esa es la parte desventurada de todo esto.

domingo, 23 de octubre de 2016



OLVIDO.
Alocada, despistada, soñadora, desordenada, tímida, cohibida, miedosa y un sinfín de etiquetas. Todas mías, propias, trabajadas con conciencia o sin ella para llevarlas adosadas. Con el tiempo, afortunadamente me he ido deshaciendo de algunas, porque se habían convertido en un lastre, ya no hacían gracia, incluso aumentaron de tal forma que su peso dificultaba mis pasos. No voy a negar que, con el esfuerzo, desaparecieron, eso creo. Por lo menos yo no las veo. Y ocurre que una de las que permanecen junto a mí se ha transformado, se ha mutado, ha cambiado hasta el color y su sonido revolotea tímidamente. Hablo de mi divertido despiste que graciosamente me llevaba a situaciones incómodas, pero ¿Qué no arregla una sonrisa? Ahora, se llama olvido. Palabra con nombre de mujer, pero ésta no lleva garbo alguno. Las llaves… ¿dónde están? Ese pueblo de Pirineos que hace poco visitamos. ¿Su nombre? Y lo que es peor. El título del libro que actualmente leo. ¿Cuál es?
Aviso, me olvidaré de tu nombre amigo.

sábado, 8 de octubre de 2016

De cuando en cuando tomo en mis manos éste pequeño tomo para consultar palabras, dejando aún lado Internet y su rincón www.rae.es. Porque a veces el papel me complace; Antigua, quizás, pero nostálgica también. Hoy me he detenido a mirarlo, a examinarlo. No dejo de observarlo como si de repente me quisiera hablar.
¿Hablan los objetos?
Por un momento me pareció eso, que guardaba algo para decirme, esperando que alguna palabra quisiera consultar y mi mano se acercara a la estantería, a él.
Algo tan cotidiano e insignificante como un pequeño diccionario se convierta en algo atractivo al punto de detenerme ante él. Me pregunto desde cuándo lo tendré. Lo ojeo y aparece en la primera página en la parte superior “Raquel 5ªA” con letras bailarinas. Sus huellas están por aquí y me sonrío, así, para mis adentros. Ya hace tiempo de eso. Y mientras continúo con la contemplación me viene a la memoria mi hermano, porque yo tenía uno muy parecido a éste, verde y manoseado que también tenía sus trazos.
Yo solo buscaba la palabra “recrear” en sus páginas. 

jueves, 22 de septiembre de 2016

Hoy al otoño lo recibo con el rojo.
Rojo de pasión, de vitalidad, de acción, dicen.
Me acuerdo de aquella creencia popular de “el mal de ojo”. Me despierta la curiosidad e indago y me encuentro por un lado que alguien llamado Joaquín Bastús escribió en 1862 que la palabra griega “envidia” viene de la expresión “aquella que nos mira con mal ojo” y de ahí el mal de ojo… Pero prefiero quedarme con otra que dice que aporta confianza en sí mismo, coraje, valentía y una actitud optimista ante la vida.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Nunca antes había escuchado la palabra “trampantojo” y si así fuera, no le di ninguna importancia.
Trampa – ante – ojo.
En el arte se define como una técnica pictórica que intenta engañar la vista jugando con el entorno arquitectónico. Aunque realmente donde lo oí fue viendo la televisión, concretamente un programa de cocina. Algo contradictorio porque no me gusta cocinar, pero me pierde los calderos ajenos. Y es en ese mundillo donde los trampantojos son elaboraciones que juegan visualmente con el comensal, es decir, parece una cosa, pero en realidad es otra. Y ahí aparezco yo. Antes, mucho antes, cuando no era, me definía como sucedáneo; sustancia o elemento que puede reemplazar a otro por tener propiedades similares. Y ya se sabe que una no se cree mucho de sí misma y sus logros. Eso queda en la historia. No hay duda, soy Cande, Cande Rguez. Pero como soy sumamente vulnerable a los cambios y las decepciones, heme aquí otra vez definiéndome nuevamente.
Trampantoja.

domingo, 18 de septiembre de 2016

La palabra.
Cuando chica, la palabra fue sustituida por la mímica. El descanso de mi padre se hizo prioridad con sus turnos laborables.  Así que mi hermana y yo aprendimos a jugar en silencio, a reír sin carcajadas y enfadarnos sin gritar. Es decir, que despertó en nosotras otra forma de visión del mundo y nos convertimos entonces en observadoras de él. Nuestros ojos fueron los que sellaron nuestro destino. Mirar. Aquello obligó al ingenio e inventamos juegos como. ¡Contar coches! “Ahora tú los rojos y yo los blancos”. También con las manos. “Ahora eres Monchito y el mío otro…” (no recuerdo el nombre, pena). Y hablamos con ellos, con nuestros muñecos hechos de dedos, de movimientos sin ruidos. “Habla bajito”. Anda que no le dimos a la imaginación en aquella época. Y la palabra para mí se transformó en silencio. En aquel entonces era la pequeña, conque embutida de mimo. No sabía hablar, sino ceceaba de lo consentida que era. Palabras. Y no hablaba mucho, tímida, mordiéndome los labios en silencio con mirada medrosa. Que falta de palabras. Pero en la adolescencia cambió el escenario, y la niña quiere asomarse al mundo, como cualquiera a los catorce. Es entonces cuando sustituyo la palabra fonética por la escrita y me veo recreando mis pensamientos y mis paranoias en papel. Palabras. Luego, mi madre, ay mi curiosa madre, como yo. ¿Desde cuándo leía mis palabras? lo supe un día. Porque un sermón de mis padres vino a cuenta de mi última parrafada. Demasiado sinceras e incomprensibles para ellos. Por tanto, dejaron de existir y fueron aquella las últimas. Hasta que…broté nuevamente.
Palabras.

jueves, 15 de septiembre de 2016


Tan desconocido y lejano me parecía ese llamado Camino de Santiago, sobre todo porque yo soy montañera, oiga. Tan ajeno a mí que nunca antes lo había ni siquiera puesto en mi lista de posibles, era quizás, de los inimaginables. Tan desconocido el camino como yo y mi equivocada opinión de él. Mis modestos desafíos, si se puede llamar así a mi quería montaña y sus pasos y veredas, sus inclinadas subidas y sus vastos paisajes con el esfuerzo de una deportista amante del desnivel. Como se me iba a ocurrir ir al llano ese, sí, ese camino que lleva consigo el nombre de un apóstol. Más aún, yo poco católica y menos religiosa que un desierto de dunas o malpaís, ya saben, nada de nada. Pero siempre hay un ¿por qué no? o también, ¡qué más da!
Y anda que es mi segunda visita al dichoso camino. El llano que no solo van viejos, señores. No. Ni religiosos, ni antiguos. Sorpresa grata que el camino es tan versátil, tan variopinto, tan de todos que me acogió como amiga pese a mi incredulidad. Allí descubrí el reto personal, que nada tiene que ver con cómo lo hagas, ni qué calzado deportivo lleves, ni si la mochila es o no es, ni si vas a un hotel o a un albergue. 
El camino es de todos y nadie es mejor que nadie, allí cada cual lleva consigo su propia historia.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Son segundos los que quedan porque me toca morir. Dejo atrás todo. En mi mente pasa rápido todo el universo. Yo, pequeña hormiga, deambulo por la oscura selva. Entonces, me despido nerviosa sin tiempo aparente para solo decir "te quiero" pero quiero más y el tiempo apremia. Mis palabras se atropellan y no dicen nada, porque un cúmulo de sentimientos se agolpan queriendo salir. Y cuando creo dejar el vivo mundo, son mis ojos los que perciben la luz tenue, la justa para ver la silueta de la vida. Es entonces cuando me doy cuenta que la pesadilla había vuelto una vez más a visitar mi descanso.

sábado, 27 de agosto de 2016

                                                                

LOS ACAPARADORES DE CONVERSACIÓN
Fíjate que me gusta, pero cuando transcurre un poco me desintegro, entonces me ausento. Miro a los ojos ya pensativa, dominada por mis paranoias que aparecen de inmediato. Todo ocurre en un instante cuando abre la boca. Entonces, me viene a la memoria recuerdos de niña, no sé por qué. También miro la mosca que posa en el borde de la mesa y me pregunto si ha quedado algún manjar sin limpiar, o es simplemente un insecto curioso. No tardo en girar cuando escucho unos pasos apresurados, casi me asustan, pero no llegó a ocurrir, porque pude ver al camarero que llevaba prisa, supongo que el motivo era que se llenó el local. Recupero la compostura y me centro en sus labios que se mueven con ritmo acompasado junto a sus palabras. Gesticula mucho y las manos le acompañan hasta el punto que podría prescindir del sonido. Creo que tendría facilidad para estudiar ese fascinante lenguaje de signos. Una cosa pendiente, todo sea dicho. Me cubro un poco con la chaqueta, el aire acondicionado está muy alto, creo y lo afirmo, no hay más que ver al resto del personal que también han hecho uso de alguna prenda para apaliar el frescor artificial. Ahora se calla, ha dejado de contar, de vomitar palabras una tras otra sin querer regalarme una pausa, ni siquiera para un sí de conformidad. Todo ha sido suyo hasta las manillas del reloj digital que también acaparó (eso era por ver si estabas atento a la lectura).
Fue entonces cuando pensé decir “deja de contar milongas y déjame el espacio para alguna mía”

lunes, 22 de agosto de 2016


ILUSIONES ESCRITAS

Con un lápiz y un papel,
puedo crear mi mundo.
Transformar lo vacío en colmado,
imaginar, petrificar.
Puedo llenar de quimeras
la inmaculada hoja.
Componer colores, formar vida.
Limpiar mi mente con ilusiones escritas.

Cande Rguez 1982

miércoles, 17 de agosto de 2016

Aunque me apee al borde del camino solo es para ver el paisaje, no creas amigo que me he rendido; Cuando veas que mis pasos van lentos, es porque quiero escuchar los tuyos, tu ritmo me invita a proseguir; Si ves que me retraso, no creas que me he perdido, solo quiero saber si estás atento, por mimos, ya sabes; Si alguna vez flaqueo en conseguir la cima, no te preocupes por ello, ya sé como recuperarme y, sobre todo, la cumbre no es la meta.

El tiempo me respalda, la experiencia me protege y tu compañía me refuerza. Pues lo andado queda atrás, ya no recuerdo aquellas huellas. Las únicas, las vigorosas.

lunes, 15 de agosto de 2016

Recuperando la rutina de ir al Parque la Granja para mover el esqueleto, contemplo que ha mejorado considerablemente. Más bancos, aparatos deportivos, espacios para todos, incluso una zona vallada para los perros y sus dueños, toda una acertada idea. Mientras hago el ejercicio y voy de punta a punta, observo. Me acompaña la música y mis pasos: parejitas embelesadas, niños incansables en los columpios, deportistas a lo suyo que se cruzan alternado el sentido, padres con los bebes desbordando felicidad, señoras con charlas apasionadas, apacibles jóvenes reunidos sobre el césped, hombres mayores con energía asombrosa. Todo parece sugerir  armonía y me gusta. Pero en uno de esas idas y venidas veo el gentío que se reúnen en torno a los perros, hasta parecen los caninos disfrutar despertando envidia. Pero hay algo que no encaja en aquel paisaje casi completo.  Y reparo mejor. Todos son de raza, no hay ningún chucho cruzado.

Qué pena, me parecía tan perfecto.

domingo, 7 de agosto de 2016



Las plantas hablan, lo sé desde hace mucho. Yo solo me limitaba a colocarla con mucho cuidado en la mesita noche. Mientras, ella dormía. Así, la flor se encargaba del resto; Le daba los buenos días; También se encargaba de colmarla de besos y lo que era más importante si cabe, decirle que la quería. Y sí, el hibisco blanco le hablaba.

jueves, 4 de agosto de 2016

Vivir en un lugar sin recuerdos. Eso desee, y no es la primera vez, tras reparar en unas escaleras que me empujaron a la niñez. Lejanas como las estrellas. Unos instantes del pasado me abordaron. Justo al girar la calle dirección a casa. Mi madre, yo. Las volví a ver, peldaños grises como aquellos días fríos. Apenas amanecía y estábamos allí, esperando el turno. Yo no quería, las batas blancas siempre asustaban. Que pequeña era que no recuerdo sino las enormes escaleras oscuras y la gente abrigada, desconocida. No sé por qué, ahora la pena asoma, calmada, pero asoma. Melancólica. Y allí siguen, en medio de dos edificios restaurados, modernos.  Sin embargo, ella sigue antigua, indiferente al paso del tiempo.

Vivir en un lugar sin recuerdos sería perfecto, pero entonces, no podría escribir.

viernes, 29 de julio de 2016

Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.

Una vez dejé de pensar. Sí. Dejé atrás los ruidos para caminar libre (sin mente). Me llevó la rutina y la preocupación por todo y todos. Lo intenté. Abandoné la cacharrería porque no quería mirar tanto. Tiré lo absurdo, lo inútil y además aquellos pensamientos que se acomodaron sin ser invitados. Los ajenos. Y lo intenté, pese a la costumbre, a la educación y quizás a la religión, pues algo de culpa también tiene. Pero nunca consigo desprenderme del todo, de nada. Y sigo en ocasiones mirando los cristales ahumados con mis ojos enrojecidos.


jueves, 28 de julio de 2016

LA INMINENTE DESPEDIDA

Dicen que el roce hace el cariño, pero a éste, cariño lo que se dice cariño no lo tuve hasta bien pasado los años. El caso es que conservo contradictorios recuerdos. Por un lado, nunca fue mío a pesar que es mío. Tampoco me gustó su figura ni siquiera su color, pero viajamos juntos hasta el infinito. Incluso se portó conmigo bien pese a mi desprecio. Aunque no me quedó otro remedio que adoptarlo y hacerlo realmente mío hasta sus últimos días. Porque todo indica que el adiós está próximo y me temo que una seca indiferencia me invade y un pequeño, pequeñísimo resquicio de pena, ahora asoma.

martes, 26 de julio de 2016

Nunca es tarde para rememorar antiguas costumbre, sobre todo cuando son impuestas, porque las circunstancias obligan y más aún, queriendo darle el toque romántico si cabe. Es lo que me ocurre ahora con el transporte público; la guagua. La culpa, mi querido coche. Me dijo el otro día con un humo apestoso y delatador que algo malo funcionaba en su interior. Por eso, ahora se encuentra en el hospital de los vehículos, en observación. Es muy mayor y se veía venir. Aun así, tengo la esperanza de que sea un achaque leve y pronto me acompañe en mis desplazamientos.
Y todo esto viene a consecuencia de los recuerdos que me despertaron yendo en la guagua. Aquellos jóvenes años cuando me trasladaba a trabajar. Como vuelan la memoria cuando la avivas. Mientras me dejo llevar pasando ante mí las calles, los edificios y sin que me preocupe de cruces y semáforos. Parece incluso divertido observar callada.
Pese a esto, deseo que sea por no mucho tiempo, pues ajustarme a horarios nunca han sido buen resulta para mí.


sábado, 23 de julio de 2016

Observo mi cuerpo y reparo en mis manos, los dedos. Mientras los muevo sin sentido me invade una extraña incertidumbre. No es la primera vez que me ocurre. Hay otras ocasiones donde ha surgido, si bien, con otras partes del cuerpo, como los pies, lo muslos o incluso mi torso. Pero hoy son mis dedos. Tan llenos de vida, ligeros y delgados. Y tras la expectación al mirarlos me posee una cuestión.
Cuando dejen de ser.
¿Qué quedará de su movimiento?

(23/07/2016)

viernes, 22 de julio de 2016


                                                                Cuando bajo al sótano...

Dime que solo será pasajero, que pronto habrá espacios de luz y fragancias que evoquen la paz necesaria. Que se escondan los monstruos que conviven y acechan en la noche y de paso a la tan anhelada nana de mi madre y por fin dormir. Porque no hay sosiego en esta vida de retos y demostraciones, de celos y palabras cortadas, de herencias tremendas que estorban al paso, los sueños.
Dime amigo que tu mano me ayudará. Como ahora lo haces, a seguir de frente con la energía que me regalas sin condiciones. Déjame caer en tu hombro siempre que me derrumbe, como ahora caigo, rendida de luchar. Dame tu sonrisa que maravilla mi estancia, aquí en éste mundo que se desmorona.

martes, 19 de julio de 2016

lunes, 18 de julio de 2016

Miro de reojo


Miro de reojo el paso del tiempo, ahora que se acerca la fecha, la que marca mi existencia; tremendas imágenes que se pasean ante mis ojos, cada una de ellas pesan toneladas de cambios y de diferencias. Las miro despacio pues la prisa no me gusta, tal vez, porque correr me impide observar, y eso sí me agrada. 

Mientras las contemplo, ahora de frente, aparece un miedo, una sensación extraña que me inmoviliza para sumarse la duda y el aplastante recelo; El paso del tiempo.
Y digo.
Es de humanos.
Y me pregunto.
¿Y ahora?

domingo, 17 de julio de 2016

Mis ojos enrojecidos.

Una vez dejé de pensar. Sí. Dejé atrás los ruidos para caminar libre (sin mente). Me llevó la rutina y la preocupación por todo y todos. Lo intenté. Abandoné la cacharrería porque no quería mirar tanto. Tiré lo absurdo, lo inútil y además aquellos pensamientos que se acomodaron sin ser invitados. Los ajenos. Y lo intenté, pese a la costumbre, a la educación y quizás a la religión, pues algo de culpa también tiene. Pero nunca consigo desprenderme del todo, de nada. Y sigo en ocasiones mirando los cristales ahumados con mis ojos enrojecidos.
Deja pasar la nada y el miedo,
porque quiero la sonrisa blanca,
y una brisa verde.
No quiero más minutos, salvo el pino en movimiento entre el azul y el ocre.
Pero mientras, espero en la hora
ese cuadro de palabras que está por llegar
para que lo veas;
siempre que el tiempo nos deje.

(31/01/2016)

--Los hijos que se buscan, son más queridos.

Así de rotunda fueron sus palabras, aunque hace más de treinta años aun resuenan, porque algo así no se olvida, sobre todo cuando eres una joven principiante en todo, o casi todo como lo era yo. Fue en aquel entonces cuando consiguió que la duda se hiciera presente y mis ojos mirasen triste a mi morenita. En efecto, la inexperiencia de la vida, el carácter tímido y mi juventud arroparon la idea que la otra, ella, era mejor madre que yo. Sin embargo, no duró mucho ese pensamiento, pues el paso del tiempo te enseña que es amor el amor y no palabrerías; que es cariño con cariño y no las apariencias. Creí olvidada, pero brotó fresca y firme en esta fecha pasada, el diez de marzo, si bien, me reafirmé más aun en la grandeza de ser madre y quererla por encima de todo, y en efecto, no la llamé, aunque SÍ decidí que viniera.
Jamás te lleves por palabras ajenas, tu corazón es el mejor consejero.
(11/03/2016)

Mujeres silenciosas.

Hoy no he mirado al frente, mi cansancio se limita a posarse en nada, donde nadie me perturbe. Mientras, una mujer madura se sienta pausadamente delante de mí. Lo adivino por el ruido que hace, pese a que no la miro. Reparo con el rabillo del ojo en sus líneas de la mano, surcos en forma de tela de araña que delata el exceso de trabajo y sus maltratadas uñas complementa la imagen. Sus prominentes dedos intentan mostrarme su identidad, denota torpeza en asuntos de papeles y rebusca en un sobre deslucido. A ello se suma el nerviosismo de prisas innecesarias, quiere apresurarse para quien sabe qué motivo. Yo, espero paciente sin querer agobiarla, ella ya viene con esa carga desde casa. Cuando la miro mejor ya dejando atrás mis ausencias, observo como quiere agradarme con una sonrisa tímida y le ofrezco también una, pero amplia. Me despierta lástima. Pienso qué habrá sido de ella cuando joven, porque sus rasgos desvelan una belleza en otro tiempo. Quién le hizo feliz o infeliz. Me imagino su delicada persona, así la veo a pesar de su robusta presencia; Entregada a la familia, amplia, porque para eso fue educada, entrega sí o sí sin otro rumbo que el satisfacer a todos. Y por ello, pensando que merece un especial momento, hoy, la escucho y la atiendo como una reina.
Esas mujeres silenciosas que levantan reinos.

Una tarde de invierno.

Lluvia y frío.
Manta y sofá.
Lámpara y libro.
(18/02/2016)

En medio

En medio
Se acabó, abandono esa posición; Lidiar entre dos. Desde que mi recuerdo me lleva lejos he trajinado con ello y tan solo me ha originado inconvenientes, por no decir ya enemistades. Ahora no quiero oír hablar más de posturas, ideas, sentimientos, opiniones. Allá cada uno con su mochila, la mía ya lleva suficiente peso. También pueda que hasta esta nueva actitud me lleve a nuevos apuros, pero sabré ponerle fin con un paso ligero adelantándome hacia la cumbre o por qué no, me retrase pausadamente.

sábado, 16 de julio de 2016

Mis pasos son lentos.

Mis pasos son lentos. Lo sé. Pero me acompañan los sueños, los creados con cimientos de intenciones. Si bien, el desaliento (la mueca) apareciera con el propósito de frenar mi ritmo, lo ignoraré y continuaré. Así pues, pese a no saber donde está la meta, miraré hacia el horizonte para proseguir mi rumbo: la vida.